domingo, 24 de marzo de 2013

DOCUMENTOS PARA LECTURA COMPRENSIVA. PRIMERO MEDIO.
La vida cotidiana en las trincheras
 «Esos tres días pasados encogidos en la tierra, sin beber ni comer: los quejidos de los heridos, luego el ataque entre los boches (alemanes) y nosotros. Después, al fin, paran las quejas; y los obuses, que nos destrozan los nervios y nos apestan, no nos dan tregua alguna, y las terribles horas que se pasan con la máscara y las gafas en el rostro, ¡los ojos lloran y se escupe sangre!, Después los oficiales que se van para siempre; noticias fúnebres que se transmiten de boca en boca en el agujero; y las órdenes dadas en voz alta a 50 metros de nosotros; todos de pie; luego el trabajo con el pico bajo las terribles balas y el horrible ta-ta-ta de las ametralladoras.»
(Carta de un soldado francés. Verdún, marzo de 1916.)

Los gases 
La muerte nos envolvió, impregnó la ropa y las mantas y mató todo aquello que respiraba en nuestro entorno. Los pajarillos cayeron en las trincheras, y los gatos y los penos, compañeros nuestros de fatigas, se tendieron en el suelo a nuestros pies y nunca más despertaron. Habíamos visto de todo: minas, obuses, bombas lacrimógenas, la devastación de los bosques, los negros fragmentos de las minas que caían por todas partes, las más espantosas heridas y las avalanchas de hierro más asesinas, pero nada se podía comparar con esta niebla que, durante horas largas como siglos, ocultó a nuestros ojos el resplandor del sol, la luz del día, la blanca pureza de la nieve.
Lefllon, 20 de marzo de 1917.